Durante las luchas fratricidas de Roma hubo emperadores que, sin importarles el destino de su patria, se aliaron con los vándalos, bárbaros y bandidos con el fin de destruir a sus más populares rivales políticos.
Sus alianzas probaron ser contraproducentes, pues si bien los emperadores traidores derrotaron, en efecto, a sus adversarios, sus aliados reclamaron nuevos y más exigentes privilegios, hasta tornarse incontrolables.
Al cabo los ciudadanos honrados y pujantes de Roma fueron reemplazados por mercenarios que sólo habían aprendido en su vida a matar, robar y tiranizar.
Los ejércitos se debilitaron bajo el comando de generales advenedizos y el Imperio Romano quedó expuesto a nuevos invasores violentos, espada en mano, tridente y mazo, de Asia Central, Escandinavia, Persia y Arabia.
Cuento de Historia Cifrada
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